
Hermógenes Pérez de Arce
Miércoles 22 de Octubre de 2008
Así, la mayoría judicial sentencia a seis años de presidio, sin beneficios, al general (r) Sergio Arellano, de 88 años, enfermo e imposibilitado, por cuatro fusilamientos que no ordenó y que están, por añadidura, amnistiados y prescritos. Ocurrieron el 2 de octubre de 1973 en San Javier. Arellano ni siquiera se encontraba allí. Nadie en el proceso acreditó que diera orden de fusilar. Al contrario, dos testimonios fundados prueban que no lo hizo: el del fiscal militar Carlos Romero, que consumó el fusilamiento, y el del comandante del regimiento, Gabriel del Río.
Por cierto, el consabido abogado querellante comunista llevó una legión de testigos, parientes y amigos de los fusilados, que aseguraron recordar ese día de 1973 al helicóptero de Arellano y haber oído decir, sin precisar a quién, que éste ordenó las muertes. Repiten lo que el lavado cerebral masivo oficialista divulga desde hace 18 años.
Lo notable es que los tribunales absolvieron al coronel (r) Del Río, de quien el autor directo y confeso del hecho (Romero) dice haber recibido la orden. En cambio, condenaron a Arellano, que no estaba ahí y a quien nadie vio u oyó darla. Es preciso decir que una minoría de ministros probos votó por absolver a Arellano, pero la mayoría politizada se impuso.
Es que el "caso Caravana" es la piedra angular de la campaña izquierdista de desprestigio del gobierno militar y de Pinochet. El eslabón principal de la cadena de la mentira. Al delegado de éste "hay que" culparlo. Si los hechos no lo hacen, peor para los hechos, como decía Lenin. ¿Y la oposición? Mira para otro lado. "Toma distancia". O peor: Piñera, como senador, dio un voto decisivo para destituir a un ministro de la Suprema, acusado constitucionalmente por la izquierda en castigo por aplicar la amnistía.
Pero la verdad, ya que no la justicia, prevalece. En el regimiento había en 1973 un joven capitán, Humberto Julio, ayudante del comandante Del Río. Con los años ascendió a general y, ya retirado, escribió un libro, "Hablan los militares" (Biblioteca Americana, 2006). Refiere (p. 118) que Del Río lo contactó hace pocos años y le dijo que "el ministro Guzmán le había ofrecido absolverlo si le declaraba que la orden de fusilamiento había provenido del general Sergio Arellano, pero, como ello no era efectivo, él no podía hacerlo". Le pidió a Julio declarar que la comitiva de Arellano "había infiltrado" al regimiento, pero aquél se negó, porque no le constaba.
¿Cómo protesta un ciudadano común contra el escándalo impune? Los hombres de bien no ponemos bombas. Sólo tenemos nuestro voto. Por suerte, en mi comuna va de candidata una hija de Pinochet, que estuvo presa sin fundamento, como su padre y Arellano, y ha sido perseguida ilegalmente por los jueces de izquierda. Votaré por ella. Ésa será una bomba.
Y pondré otra: respaldo a la senadora Evelyn Matthei (UDI), quien, sin el derrotismo de los varones de su partido, reivindica su derecho a competir por la Presidencia. ¡Por fin alguien del "Sí" en la contienda! Esgrime el mismo argumento que Piñera en 2005, cuando no "cerró filas" tras Lavín, siendo que éste lideraba las encuestas.
"¡Aún tenemos el voto, ciudadanos!". Y mujeres con coraje que lo merecen.
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