
JUEVES 10 DE FEBRERO DE 2011
El senador y presidente DC, Ignacio Walker, ha ofrecido un valioso ejemplo de generosidad al mostrarse abierto a compartir con el presidente Piñera el absurdo envuelto en su última gesta publicitaria, la de llevar a su gobierno a querellarse por un delito inexistente, el supuesto homicidio calificado del ex presidente Frei Montalva, fallecido tras las complicaciones postoperatorias derivadas de una intervención quirúrgica mal realizada en enero de 1982.
Ambos coicidieron en un acto publicitario en Cabildo, circunstancia que el presidente resolvió aprovechar, nos informa "El Mercurio", para ofrecer a la DC "hacer gestiones ante EE. UU. por el caso Frei Montalva", planteamiento que formuló al senador "cuando los dos se sentaron juntos al abordar un helicóptero Bell 412 de la Fuerza Aérea, mientras ambos se trasladaban de Cabildo a Chincolco".
Walker, seguramente aliviado de no tener que subir a un Robinson 44 piloteado por S. E., contestó con algunas frases de circunstancia, pero, muy generosamente, de ninguna manera eludió compartir el ridículo de la propuesta, que obviamente, como hombre informado que es, le debe haber resultado evidente.
Walker, seguramente aliviado de no tener que subir a un Robinson 44 piloteado por S. E., contestó con algunas frases de circunstancia, pero, muy generosamente, de ninguna manera eludió compartir el ridículo de la propuesta, que obviamente, como hombre informado que es, le debe haber resultado evidente.
Éste nace de que precisamente el FBI norteamericano, en 2005, forzado por la petición de un juez chileno ante el cual había presentado una querella la senadora Carmen Frei, examinó tejidos de los restos del ex presidente Frei Montalva. Entonces el propio gobierno norteamericano informó, en diciembre de dicho año y a través de su embajada en Santiago, que "los resultados confirmaron que los restos examinados pertenecían al ex presidente Frei, pero fueron negativos sobre la presencia de agentes biológicos o un tóxico químico".
Como dos proactivas doctorcitas que trabajaron con Jorge Frei Ruiz-Tagle en la municipalidad de Maipú insistían en que debía haber gas mostaza en los restos, el laboratorio norteamericano abordó ese punto y señaló que "el departamento de toxicología concluyó que el gas mostaza es un compuesto muy volátil, difícil de detectar bajo las mejores circunstancias. Varios meses después de su aplicación no es detectable por los actuales métodos científicos" ("La Segunda", 17.02.09), información científica que debe haber sorprendido sobremanera a las doctorcitas.
De modo que la curiosa disposición del presidente Piñera de pedir a los EE. UU. antecedentes sobre una muerte sucedida en Chile, acerca de cuyas causas ya los EE. UU., a través del departamento de toxicología del FBI, se pronunciaron, carece de todo sentido. Pero, caballerosamente, el senador Walker acogió la peregrina propuesta de la manera en que las personas educadas reaccionan en esos casos, y dijo: "Yo creo que este gesto del presidente Piñera conlleva hacer todas las gestiones por parte del gobierno, incluida la información que pudiese surgir de EE. UU." O sea, no dijo nada, que era lo que correspondía.
Pero el ridículo de la propuesta no radica sólo ahí, sino en el hecho de que el hijo del ex presidente fallecido, Eduardo Frei Ruiz-Tagle, ejerció la presidencia de la República de Chile durante seis años, desde 1994 a 2000, y nunca mencionó siquiera la posibilidad de que su padre hubiera sido asesinado ni menos se le ocurrió solicitar a los EE. UU. información sobre tal delito inexistente. Ello subraya el sin sentido del empeño de otro presidente, diez años después, de perseguir un delito que el primero jamás concibió y de recabar antecedentes de un país que ya los entregó.
Pero sabemos que la opinión pública se forma su juicio a través de lo que expresan los personajes públicos en los medios masivos y sus titulares, y quienes los monopolizan se aprovechan de ello, cualquiera sea el grado de sacrificio que ello imponga a la verdad, a la ética o a la justicia.
Lo cual no obsta a que siempre existan minorías informadas que, en sus reducidos ámbitos, sepan disfrutar, como en este caso, del espectáculo de un generosa y caballerosamente compartido ejercicio del ridículo.
Lo cual no obsta a que siempre existan minorías informadas que, en sus reducidos ámbitos, sepan disfrutar, como en este caso, del espectáculo de un generosa y caballerosamente compartido ejercicio del ridículo.
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